Navíos del siglo XVI |
Matasellos
del Primer Día de Circulación.
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V
CENTENARIO DEL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA – VIAJES
Fecha
de emisión: 15 octubre 1990
Valor
facial: 8+5 pesetas (2 valores) y 20+5 pesetas (2 valores)
Dentado:
12 ¾ x13 ¼
Impresión:
Huecograbado
Tirada:
3.000.000
Pliegos:
40
Una
nueva serle de sellos se dedica al V Centenario del Descubrimiento,
para cumplir el cual faltan, al aparecer la emisión, sólo dos años.
El tema elegido es el de los viajes, y los sellos se ilustran con
unas figuradas carabelas como las que cruzaron el Atlántico en 1492.
El diseño se debe a Carmen Diez Contreras, joven pintora y grafista
ovetense que firma sus trabajos como Carmen 10.
En
el siglo XV los viajes marítimos en el Mediterráneo eran todavía
un riesgo; en el Atlántico, pocas veces se rebasaba la costa
africana más allá de Marruecos, y en lo posible se evitaban largas
singladuras en el mar abierto hasta Poniente. Fernando Colón, hijo
del Descubridor, dice que los marinos temían «los fuegos de los
relámpagos, las furias del aire, las olas de las aguas y las rocas y
arrecifes». Pero a todo ello se unían las medrosas leyendas que
corrían de boca en boca: se hablaba de monstruos terroríficos, de
una helada inmensidad al norte donde se abrían las puertas del
infierno, de los peligros del Ecuador, en el que los hombres se
tornaban negros.
Colón
ya conocía las islas Madeira y Azores, a las que había llegado
durante su estancia en Portugal; pero nadie se había aventurado más
allá a pesar de que los portugueses eran los más hábiles marinos
de aquel tiempo. Y los temores y supersticiones, junto a la
fragilidad de las naves, hacen más meritoria todavía la hazaña que
hoy se disponen a conmemorar los países situados en ambas riberas de
«la mar Oceana».
Este
primer e histórico viaje se iniciaba el viernes 3 de agosto de 1492
en las cercanías de Huelva, junto a la desembocadura de los ríos
Tinto y Odiel, con una nao
y
dos carabelas. Setenta días después, pasadas las dos de la
madrugada del 12 de octubre, un marinero de «La Pinta», la carabela
más velera, llamado Juan Rodríguez Bermejo, pero más conocido por
Rodrigo de Triana, descubría tierra y su grito llenaba de júbilo a
la tripulación. Se había avistado la isla de Guanahaní,
denominación que Colón cambiaría por la de San Salvador y hoy es
llamada Watling, nombre de un bucanero que allí residió después.
Tres
viajes más hizo Colón antes de morir, perdido el favor real, en el
mayor desamparo y casi en la indigencia. Y
muchos
años tuvieron que pasar para que las travesías del Atlántico
dejaran de ser una arriesgada empresa y se llevaran a cabo con una
razonable seguridad.
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